Ignoro cómo es que personas con 26 mil seguidores en YouTube y casi 30 mil en Instagram pueden llamarse “influencers”. De un tiempo a la fecha vemos con mayor frecuencia gente que se hace famosa, aunque sea por unos minutos, por alguna estupidez. Baste revisar las tendencias en TikTok.
No es raro que cada mañana despertemos y veamos las tendencias en Twitter y de pronto nos preguntemos: “¿y ahora qué hizo este pendejo?”. Y en efecto, con frecuencia se trata de situaciones estúpidas que generaron alguna tendencia en las redes sociales, pero últimamente se han hecho visibles otro tipo de situaciones que de verdad indignan.
Pasó en días recientes con un grupo de influencers (?) llamado “Las Chiquirrucas”, que en su afán de generar reacciones con sus contenidos, confundieron entretenimiento con humillación.
Al parecer, en lo que consideraron “divertido”, ofrecieron 500 pesos a un migrante a cambio de tocar sus genitales y transmitir el hecho en vivo. Pero el billete, oh sorpresa, era falso.
El hecho ameritó una indagatoria del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), a petición de organización en defensa de los migrantes como FM4 Paso Libre Guadalajara y la Casa del Migrante de Saltillo, y con la intervención de la Secretaría de Gobernación, es probable que siga un proceso penal.
Fue muy curioso que en las mismas redes sociales se desató la discusión en torno al consentimiento del migrante para ser tocado, si le “gustó” o no el acto realizado, que el billete con el que le pagaron era falso, entre otros argumentos del mismo nivel que de pronto fueron opacados cuando el hecho fue exhibido como lo que es: un acto de discriminación, de xenofobia, de aporofobia, de clasismo, de racismo, entre otras prácticas que atentan contra la dignidad de las personas.
En su machismo, porque pertenecer a la comunidad LGBT+ no es garantía de evitar estas prácticas, “Las Chiquirrucas” no pensaron que una persona en condición de migrante enfrenta diversas situaciones de vulnerabilidad, como el hecho de huir de su lugar natal por alguna circunstancia adversa, lo que le lleva a buscar refugio y garantías en sus derechos, pese a su condición de movilidad; la pobreza, la violencia, el hambre, la posible de trata de personas y la explotación sexual…
Todos estos factores responden a carencias que no pueden ser satisfechas, y si a ello se suma la humillación (especialmente la virtual, que fomenta la burla desde el anonimato), lo hecho por “Las Chiquirrucas” parece algo sintomático de nuestra sociedad actual, donde persiste una cultura machista a través de la denigración como entretenimiento.
Y Zacatecas no está exento de esta dinámica. Muchos recordarán aquel episodio del 2005, cuando ocho jóvenes (la mayoría hijos de importantes empresarios y comerciantes), en su ebriedad, decidieron quemar vivo a un indigente en el municipio de Fresnillo como forma de entretenimiento.
En aquel entonces las redes sociales no jugaban el mismo papel que hoy; sin embargo, a más de 15 años de distancia, el caso sigue en la impunidad y poco se ha hecho para hacer justicia a Javier González Romero “El Cobijas”.
Más recientemente hemos visto esta burla hacia Edith Navarro, conocida como “Señora Católica” o “Lady Sangre de Murciélago”, quien se ha convertido en un personaje de Zacatecas mayoritariamente para seguir reproduciendo esa cultura del entretenimiento machista a costa de denigrar a las personas.
Lo que me queda claro es que ese tipo de “entretenimiento” pervive y se mantiene porque sigue habiendo un público que lo consume, lo que da una idea de la sociedad en la que vivimos y que a través de las redes sociales viraliza ese tipo de contenidos que atentan contra la dignidad de las personas.
Reírse de sí mismo está bien, es bonito y es sano; pero para reírse de los demás primero habría qué preguntarse por la circunstancia en la que viven los otros, no sea que incurramos en estos graves actos de discriminación.
Tal vez es buen momento para pensar ¿a quién hacemos famosos actualmente?, ¿de verdad su contenido es entretenimiento sano?, ¿y qué pedo con eso de la cultura de la “cancelación”? ¡Que alguien me explique por qué no estamos cancelando a Laura Bozzo por haber lucrado con la pobreza y la dignidad humana!