Terminó el periodo electoral y con este, según parece, terminó también la aparente sensibilidad, la constancia y la urgencia de entregar las becas a adultos mayores, porque al menos no a todos les ha llegado la ayuda.
También parece que la tregua que dio el Coronavirus a los mexicanos en el periodo de elecciones terminó y regresó más bravo, diría mi abuelo…
Aun así, reiniciaron las clases en aula para alumnos de educación básica a pesar de que los menores de 18 años ni siquiera están calendarizados para recibir la vacuna.
En este contexto, el lunes iniciaron las clases en las escuelas, según sondeos difundidos en diversos medios de comunicación, entre el temor y la incertidumbre ante la falta de insumos como suficiente gel antibacterial, jabón ¡y agua! y yo agregaría, por la falta de vacunas para los niños.
Y aunque se dijo que los padres de familia elegirían la modalidad para que sus hijos continúen sus estudios, la realidad es que no en todas las escuelas hay verdaderas alternativas.
En algunas, como en la que estudia Alex, las alternativas son: regreso a las aulas en grupos reducidos a la mitad, con dos días a la semana de clases de tres horas o seguir el curso del año lectivo por televisión.
¿Por qué tantas opciones? Me pregunto, si la generalidad de los padres coincidimos en que es un fiasco el Aprende en Casa.
Alex, igual que mis otros tres hijos, son hijos de la educación pública, y en su escuela, a diferencia de colegios privados, no hay infraestructura adecuada como para colocar un dispositivo electrónico como un teléfono celular para transmitir las clases a los niños cuyos padres decidieron no exponerlos.
Antes del inicio formal de las actividades escolares, me enviaron un video para mostrar que el regreso a clases sería seguro, casi hasta divertido, según se veía en las imágenes.
Ningún padre de familia cuestionó nada al respecto, nadie preguntó más allá de obviedades como si irían con uniforme, si debían llevar refrigerio los niños, que si los útiles escolares…
Nadie objetó que se usara como ejemplo una escuela totalmente diferente a la mayoría de las escuelas públicas, al menos de Zacatecas.
En el video se veía claramente que era una escuela en otro país, pero todos guardaron silencio tal vez porque tanto padres como hijos ansiaban ya regresar a sus actividades rutinarias después de meses de estar limitados en lo que a convivencia con otros se refiere.
Los profesores están a la defensiva argumentando que tienen pesadas cargas de trabajo y que se apegarán estrictamente a los lineamientos de la Secretaría de Educación.
Entiendo, como quizá lo hacemos miles de padres de familia, que ha sido muy estresante el ritmo de trabajo de los profesores durante la pandemia porque no tienen horarios fijos y tajantes de trabajo. Pero también ha sido un periodo pesado para padres y niños en todos los sentidos.
También es verdad que a muchos les han valido una pura y dos con sal, como se dice coloquialmente, las restricciones sociales para evitar contagios y llevan a sus hijos al tianguis, al supermercado, a fiestas y hasta de vacaciones a balnearios o la playa, pero también hay quienes sí cuidamos nuestra salud y la de nuestra familia.
De acuerdo con la opinión de mi médica de cabecera, es mejor que todos nos vayamos acostumbrando hacer nuestras vidas lo más normal posible, porque el «bicho» no se irá.
“No es como una enfermedad bacteriana -dijo-, que con antibióticos la atacamos se va; esta es viral y los virus no mueren”, dijo con toda seguridad la profesional de la salud sosteniendo el aparato para medir mi presión arterial.
Su recomendación fue que todos debemos regresar a nuestras actividades rutinarias atendiendo las medidas de prevención como la distancia entre personas, el lavado constante de manos y uso de cubreboca.
La reacción de Alex al comentarle que no lo llevaría a la escuela y que consideraba cambiarlo de plantel a otro donde ofrecieron al menos la opción de cuadernillos o guías escolares, también fue radical: “ni lo piense. Ahí está mi vida entera, ahí están mis amigos y ahí soy popular”.
Me aplastó el corazón, porque sé que tiene razón, en todos estos meses también él, como todos los niños, ha sacrificado incontables horas de juegos y risas, de recreos y hasta disgustos con sus compañeros.
Amanecía el primer día de clases y él ya estaba despierto desde las 5:45 de la mañana, para que no se nos hiciera tarde. Y con todo y Coronavirus hicimos caminito a la escuela…