Esta noche festejamos el 211 aniversario del inicio de la guerra de Independencia. En general todos los mexicanos lo sabemos porque se celebra con la ceremonia de El Grito, porque en condiciones normales hay desfile y, sobre todo, porque es un día de asueto, es decir, no se trabaja.
Muchas veces yo, en esos momentos en que Dios me habla (no es que me fume o meta algo) agradezco profundamente que haya nacido, crecido y viva en este gran país aunque muchos se quejen, critiquen y renieguen.
Solo hay que voltear un poco alrededor, echar un vistazo a otras latitudes del mundo para ver que hay gente que no tiene libertad ni de ser ellas mismas en su país cuando en México uno puede ser lo que quiera ser. Es cierto que hay problemas, violencia o malas personas, pero en general esta es una tierra bendita de Dios a pesar de todo.
Solo pensemos, por ejemplo, en el infierno por el que están pasando las mujeres afganas por el golpe de estado talibán, bajo ese régimen no podrán siquiera mostrar su rostro porque son obligadas a cubrir todo su cuerpo con las burkas. En México hombres y mujeres podemos vestirnos como nos venga en gana, aunque a veces hagamos el ridículo. Tenemos libertad para hacerlo.
En Cuba, hay revueltas porque los cubanos demandan libertades tan comunes y corrientes para los mexicanos –en México– que no las valoramos, como luz eléctrica y agua potable las 24 horas del día, comemos lo que elegimos, aunque no sea nutritivo y decimos lo que pensamos aunque no sea políticamente correcto.
Podemos lucir nuestro cabello como nos guste más o experimentar con nuevos peinados y colores; en Corea del Norte hay un catálogo legal para cortes de pelo.
Hay lugares en el mundo donde la gente vive sobreviviendo a climas extremos, “congelándose”, como en Canadá, o “hirviendo”, como en Australia o de plano deshidratándose en desiertos como en África.
Y ni qué decir de las personas que viven en medio de conflictos armados como en Yemen, Irak, Siria, Somalia… o con hambruna como en Afganistán, República Democrática del Congo, Etiopía, Haití, Sudán o Siria, cuando la riqueza de nuestro país nos da una variedad impresionante de frutas, verduras o cereales todo el año.
Me estaba enterando que en Colombia un melón es un lujo que no todos se pueden dar porque cuesta el equivalente a 200 pesos mexicanos.
Y como si fuera poco tenemos el tequila, las tunas, el aguacate, playas hermosas, bosques, selvas y hasta desiertos, los borrachitos y camote de Puebla, las tortas ahogadas de Guadalajara, el zacahuil de la huasteca y sus aguas termales.
Tenemos a Pedro Infante, La Doña, El Santo, Blue Demon y a El Chavo del 8… a Siqueiros, Frida Kahlo, Ramón López Velarde.
Celebramos la muerte, cantamos por amor y por dolor, podemos viajar por todo el territorio nacional y echar chisme con la comadre toda la noche si queremos.
La tierra colorada de Zacatecas, su inmenso cielo azul, sus entrañas de oro y plata, sus palacios de cantera, su fe y devoción y su folklor nos hacen únicos.
De todo eso podemos disfrutar libremente. Todo eso nos da identidad, nos da patria y al menos a mí me da alegría, aunque a veces se me dificulte algún trámite, tenga alguna limitación o tenga exceso de trabajo.
Amo a mi país.