¿Usted se ha detenido a pensar que la basura puede ser un gran negociazo? Pues deje le digo que sí, pero para que realmente lo sea, debe tener disciplina y orden, como en todo.
En mi labor como editora de textos periodísticos, en más de una ocasión he leído para documentarme, para aprender o para editar, notas y reportajes referentes al tema, pero una cosa es leer lo que otros escriben de lo que vieron a verlo.
Mi hijo pequeño, desde hace tiempo, me pidió un juguete que no es muy barato. Mi primer impulso fue decirle que sí se lo compraba, aun sabiendo que para ello tal vez debería endeudarme ya fuera con la tarjeta de crédito bancaria o con una departamental, sin embargo, algo me detuvo y le dije que en ese momento no disponía del dinero suficiente para ello, que debía ahorrar para comprarlo.
Para mi sorpresa el niño lo tomó bien, hasta con cierta emoción y fue ideando qué hacer para juntar dinero. Lo primero que hizo fue decir a sus hermanos y abuelos que no quería regalos de Navidad ni por su cumpleaños, sino que quería dinero para su alcancía. Luego me pidió permiso para vender algunos juguetes que ya no usaba y sacó sus pantalones que ya no le quedaban para venderlos.
La verdad me sentí orgullosa de él. Como apenas tiene 10 años, todo lo que hace lo hace bajo supervisión mía, de su hermana o su abuela.
Un día decidió juntar latas. Al principio no le puse objeción, se me hizo algo sencillo, pero cuando la bolsa se empezó a llenar y empezó a ocupar espacio, ya no me gustó la idea y terminé regalando las pocas latas. El remordimiento me mataba… ya saben, el niño haciendo su mejor esfuerzo y yo echándolo bajo tierra por cuestiones de espacio, estética y también por flojera, pues implicaba que moviera más cosas para limpiar.
Me reivindiqué ayudando a juntar otra vez latas; justo en este momento es cuando se aplica eso del orden y disciplina del que hablé… el orden para tener limpio y ordenado donde se guardarán las latas y disciplina para no claudicar en el intento.
Al paso de unos meses llenamos una bolsa de camiseta tamaño jumbo y junto con algunos cuadernos y periódicos viejos que iba tirar, los llevamos a una “chatarrera”. Sinceramente desconozco el precio del aluminio y el papel para reciclar y tampoco sé dónde lo pagan mejor, pero el objetivo era que mi niño obtuviera unos pesos y el mío deshacerme de cosas que me estorbaban.
Al llegar a una gran bodega en Tránsito Pesado, hablé con el niño: “Mira hijo, como esta es idea tuya y el dinero es para ti, tú harás el trato. Yo te acompaño por si se te atora algo…”.
Total, él hizo todo el protocolo. Le pagaron 50 pesos por kilo y medio de aluminio y 19 kilos de papel, aunque él esperaba más, iba conforme porque eran 50 pesos más para su alcancía.
Lo que verdaderamente lo sorprendió, fueron las montañas de papel, plásticos, pet y aluminio que había adentro de la bodega, sus ojitos se abrieron muy grandes y era muy evidente para mí que quería comentarme algo, pero fue muy prudente.
Al salir, me dijo: “¿se fijó las montañas de basura mami? ¿Para qué quieren tanta basura?”. La coyuntura me sirvió para explicarle la importancia de reciclar, por la salud del planeta, que cada individuo genera al día al menos un kilo de basura, que no todas las personas son privilegiados como él que no tiene necesidad de trabajar o como sus hermanos que trabajan en sitios más agradables.
Luego me preguntó: “¿Cuántas latas debe juntar alguien sin trabajo para comer un día?”… no supe decirle cuántas, pero sí que era un gran esfuerzo de quien las juntaba, tanto poquitas como muchas.
Al final del día pensé que ese viaje a “la chatarrera” había sido muy educativo tanto para Alex como para mí; mientras él aprendió del momento… yo pensaba qué tan grande es el negocio de la basura que hasta hay gente que literalmente vive entre ella.