Este 1 de enero gran parte de mi familia y yo festejamos la vida de mi abuelo (sí, a casi mis 50 años tengo la fortuna de aún tener abuelo). Él es un hombre lleno de vitalidad, su deseo de vivir la vida supera con creces a muchos que cuentan menos años en su haber.
Este 1 de enero celebramos que cumplió 102, aunque algunos dicen que apenas “ajustó” los 101… yo creo que a estas alturas de su vida, 12 meses es lo de menos, pues no sólo superó la esperanza de vida de su tiempo, sino la de cuatro generaciones según los cálculos del Instituto Nacional de Estadística (INEGI); incluso el de generaciones futuras, ya que según proyecciones del organismo, en 2030 la esperanza de vida de los mexicanos será de 76.7 años.
Nació según dicen en 1920, aunque otros dicen que en el 21… el INEGI da cuenta que en 1930 la esperanza de vida de los mexicanos era de 34 años; en 1970 de 61 años; en 2000 en promedio en México se vivía 64 años y en 2019, 75.
Específicamente en Zacatecas, la esperanza de vida en 2019, con todos los adelantos tecnológicos y los avances científicos y médicos, la esperanza de vida era de 76.7 años.
El viejo está hecho de buena madera, “muy correoso” según sus propias palabras; es el más viejo de la familia, el último que queda de una estripe de hombres y mujeres longevos que viven hasta 115 años, en general sanos y lúcidos. Hasta hace relativamente muy poco, todavía montaba a caballo, lo único que le falla es el oído está medio sordo.
En 1933, cuando a lomo de caballo se robó a Jesusita, sin darse cuenta inició lo que sería una gran familia de 10 hijos y, de entrada, 34 nietos. De los bisnietos ya se perdió la cuenta, pero ya tiene tataranietos.
Su madre María Reveles dio a luz a dos hijas después que nació él. Fallecieron rayando los 100 años; pero la matriarca dejó este mundo a los 100 años cumplidos, su hermano Jesús a los 105 y Carmen, su otra hermana a los 109.
La más vieja de la familia falleció a los 115 años. Era tía de mi abuelo. Murió en casa de él hace casi 40 años creyendo que todavía era dueña de la hacienda y de infinidad de cabezas de ganado. El médico dijo que estaba sana, que moría de vieja, que por su avanzada edad las fuerzas naturales la abandonaban y sin agonía ni aparente dolor, un día como cualquiera amaneció sin ganas de levantarse y cerca de las 4 de la tarde cerró los ojos para siempre.
De origen campesino, mi abuelo siempre fue del gusto, trabajó desde muy chico, según cuenta a los 16 ya salía a juntar leña que llevaba a vender a Villanueva a 25 centavos el tercio, además era vaquero y vendía ganado que llevaba a caballo desde Tenango a Aguascalientes arreando en tres o cuatro jornadas.
Más tarde, ya con familia, fue bracero, de esos que iban y venían para hacerse unos “dolaritos”. No pudo cobrar su ahorro, porque en el ir y venir de los años, un día, haciendo limpieza a fondo, como la hacen luego las mujeres se quemaron lo que aparentemente eran sólo papeles viejos.
Tiene una pierna “biónica”, implantada con barras metálicas desde la rodilla hasta el pie, debido a un accidente que le dejó fractura expuesta con pérdida de hueso, aun así este 1 de enero se animó a bailar un pedacito con una de sus nietas recordando la época en la que fue músico y le daba gusto al gusto.
Le pegó la piñata en medio del alboroto, soplo las velitas y partió el pastel.
Mi abuelo es Pablo Reveles, agricultor, ganadero, comerciante, músico, bracero, esposo, padre, abuelo, bisabuelo y tatarabuelo. De él hay mucho qué contar… tal vez algún día.