Gracias a mi personalidad alcohólica e irresponsable he tenido la fortuna de conocer muchas personas de variadas personalidades, algunos de ellos han decidido permanecer en mi vida y pasar de ser “personas” a convertirse en amigos; muchos otros, bendito el cielo, se han largado de mi vida.
Hace algunos meses una amiga, después de varias oportunidades de convivencia, me dijo que tras haberlo pensado muchísimo se dio cuenta que ella nos conocía a mi hija y a mí de muchos años antes, pues ella había trabajado en la primera guardería en la que estuvo mi Angelilla, pero pues eso fue hace muchos años. Ese tipo de casualidades me pone muy feliz.
Esa misma amiga hace unos días nos contó a varios compañeros y amigos que una de las jóvenes que “apareció” con los jóvenes estudiantes, desaparecidos y reaparecidos muertos, era maestra en la escuela de su hija, esa joven era Alexia Abrego.
Ella, como persona, como mujer, como maestra y como ser humano ya no pudo continuar enseñando todo lo que tenía que enseñar y su voz se apagó tempranamente.
Junto a ella “encontraron” los cuerpos sin vida de sus compañeros y amigos, todos ellos jóvenes, todos ellos formaban parte de una familia, de una comunidad y de una institución.
El “evento” catastrófico tuvo eco a nivel nacional, los jóvenes murieron y le merecieron un minuto de silencio en el Congreso de la Unión, una vida de llanto en sus familias y un nuevo dolor para nosotros como sociedad.
Me hubiera gustado conocer a Natalio, un hombre con un nombre como ese seguro debió ser alguien extraordinario, me hubiera gustado saber qué proyecto de vida tenía Irving y decirle a Luis Ángel que era tocayo de mi niña. Mi niña, mi sol, mi mundo y mi vida, por quien sufro de pensar en el mundo en el que le está tocando crecer. Mi niña.
Pero siendo serios, ¿cuál era la probabilidad de que un día llegara yo a conocerlos? Quizá ninguna, pero ellos no vivían para conocerme, vivían para ellos, para alcanzar sus sueños, para educar, para ser educados y para divertirse.
Su desaparición y muerte fue impactante, como lo sería cada una de las muertes que han ocurrido y que se han perdido porque los mataron “solitos”, no los mataron “en bola”, pero todos tenían sueños.
Alexia es de quién más he sabido, sé que fue maestra en la escuela de la hija de mi amiga y pienso en sus alumnos y el dolor que les causó saber que su maestra no va a volver jamás. Aunque no quiera pienso en mi hija, ella tuvo una maestra que murió de un infarto, años después de que fue su maestra en primaria, mi hija sufrió al saber que ella no volvería a la escuela y que su hijo, amigo de mi niña, no volvería a ver a su mamá.
Alexia se fue y veo el hashtag #JusticiaParaAlexia, pero duele ver que ese hashtag no se ha podido volver trendig topic porque cada día esto se vuelve más normal, pero no lo es y tampoco es bueno.
Hemos visto el dolor de sus familias (en los medios y las transmisiones) y nos puede impactar y claro que requiere un reclamo, pero ese reclamo debe ser para todos, para el gobierno (en todo sus órdenes y poderes), a la sociedad, a los delincuentes y a quienes han dicho que se perdieron “por algo”.
Y sí, en efecto, en eso estoy de acuerdo, se perdieron “por algo” y ese algo es porque nadie ni en el pasado ni en el presente han podido garantizar sus derechos; pero en serio yo sí espero que en el futuro mi hija pueda salir a echarse una chela con la seguridad de que va a volver a casa y que nadie nunca dirá que ella, yo, mis sobrinos, mis hermanas, mi amigos y amigas o mis enemigos y enemigas se lo buscaron por decidir tener la libertad de divertirse.
Seguiremos esperando a que Valeria vuelva a su hogar, a la casa de sus padres y que no sea el tiempo de que vuelva a la Casa del Padre.