Contaminación acústica, una amenaza invisible

Un día normal o cotidiano escuchas a un conductor apretando el claxon de su coche, un grupo de obreros en la construcción, música en tu oficina, una banda tocando en el bar de la esquina, ruido, ruido y más ruido. La ciudad se ha convertido en el principal generador de la contaminación por ruido.

 ¿Pero qué es la contaminación acústica? No todo sonido es considerado contaminación sonora, la Organización Mundial de la Salud (OMS) define como ruido a cualquier sonido superior a 68 decibles, un ruido que supera los 75 decibles se vuelve molesto, provocando daño a partir de los 120 decibles; en consecuencia, se recomienda no superar los 65 decibles durante el día.

Para comprender esta contaminación es necesario definir qué es un sonido, entendido como una serie de vibraciones que el oído capta y el cerebro interpreta en forma de audio. El sonido consta de tres factores importantes:

Intensidad: que es la fuerza con que se percibe.

Tono: marca la frecuencia o número de vibraciones por segundo.

Timbre: cualidad que permite distinguir entre dos o más sonidos producidos por distintas fuentes sonoras.

Ruido: es un sonido no deseado generado por actividades humanas que provoca sensación de molestia, el exceso de ruido puede causar  efectos nocivos en la salud. La tolerancia al ruido varía para cada persona.

La emisión de ruido es consecuencia de las actividades cotidianas de las personas y de factores en el ambiente que en conjunto forman la contaminación auditiva. Estas son las principales fuentes de ruido: Transporte (el tráfico y los medios de transporte como camiones, aviones, trenes y barcos), convivencia social (exceso de ruido en bares, antros, locales y festivales), industrial (construcciones y fábricas), ambiental (lluvia, viento, relámpagos), y domésticos (televisión, música, ruidos de animales).

La contaminación acústica puede tener efectos negativos sobre la salud de los seres humanos, daños psicopatológicos, agitación respiratoria, aceleración del pulso, aumento de la presión arterial, dolor de cabeza y ante sonidos extremos y constantes, gastritis, colitis, el ruido puede provocar episodios de estrés, fatiga, depresión, ansiedad o histeria, tanto en personas como en animales.

Algunas medidas de control de la contaminación acústica, o bien, para reducirla es que las autoridades determinen zonas, áreas de campo, espacios de interés, parques urbanos donde no se altere la tranquilidad de los habitantes.

También establecer normativas que contemplen medidas preventivas y correctivas, distancias obligatorias entre zonas residenciales y focos de ruido, como los aeropuertos, multas para aquellos que superen los límites de ruido, aislar acústicamente los edificios, crear zonas peatonales con horarios de circulación restringidos para la carga y descarga de mercancías, sustituir el asfalto por otros materiales que sean capaces de reducir el ruido en la calle, entre otros.

En nuestra ciudad, por sus calles y construcciones, se generan áreas donde el ruido se amplifica sobremanera, es decir, que hacen un efecto acústico, a veces se escucha un sonido más fuerte que otro, por lo que es necesario implementar muros aislantes que disminuya el sonido, o bien implementar medidas de movilidad efectiva en nuestro Centro Histórico.

Aquí el trabajo es de todos, desde el que genera el sonido, el tiempo de exposición, la resistencia personal que tiene las personas a un sonido. Cumplimiento de la normativa, sanciones, es una parte de la solución, la otra es generar una cultura del control de sonido.

Es un tema complejo que implica el desarrollo económico de la ciudad, así como salud pública, desarrollo urbano, permisos, licencias, educación, cultura, urbanidad, movilidad, etc. Lo mejor es lograr un desarrollo sustentable donde se incluyan a todos los sectores.