La lamentable situación de los jubilados y pensionados del Issstezac es el preludio de lo que nos espera a quienes en unos años decidamos retirarnos de la vida laboral, no importa si nos desempeñamos en instancias públicas de cualquier nivel de gobierno o para la iniciativa privada, puesto que nuestra vida laboralmente útil termina a la par que nuestras capacidades físicas, mentales y hasta de apariencia van mermando.
Muchos decidirán retirarse aún lúcidos, otros no tendrán alternativa a causa de enfermedades o accidentes que los obliguen a dejar sus empleos y otros tantos deseándolo o no permanecerán en sus labores aún con los achaques y dolores que llegan con la edad, porque no conciben vivir sin hacer lo que les gusta o porque no tienen opción que seguir trabajando.
En algún momento los que todavía trabajamos hoy, en un futuro muy próximo o lejano tendremos que retirarnos, es decir, jubilarnos o pensionarnos…
Creo que muy pocos jóvenes piensan en ello y menos en que ya no tendrán los privilegios que gozaron nuestros padres para retirarse de su vida laboral con la seguridad y tranquilidad de recibir una cantidad mensual que les permite vivir con dignidad la última recta de la vida, de eso ya escribí hace unos años en este mismo espacio (La apacible vejez del ingeniero, septiembre 30 de 2020).
Ignorar o pretender que no ocurrirá, no evitará que ocurra…
Sin importar los por qués, los quiénes o los cómos o los cuándos… resulta vergonzoso que mil 106 adultos mayores hayan tenido que recurrir a una demanda legal para pelear por algo que ya se ganaron en su juventud y temprana adultez independientemente de todo, pero más vergonzoso resulta que el gobierno, cuya responsabilidad es velar por el bienestar de los gobernados, se niegue a cumplir con sus obligaciones para con quien en sus años mozos trabajaron para dar vida a Zacatecas.
Esta situación debería encender luces de alerta no sólo en Zacatecas, sino en todo el país.
Cuando niña oía decir que México era un país joven, allá por 1995, cuando tenía 23 años, comprendí la frase, para entonces, según el INEGI, la edad promedio en el país era de 23 años, por eso era un país joven y ¡yo era parte de esa juventud nacional!
Siguiendo esa secuencia, hoy a mis 50 años, soy esa juventud que envejece y que en poco tiempo (unos 10 años) empezará trámites para su jubilación o pensión, yo soy la última generación que puede hacerlo, mis hijos ya no, ellos ahorran para el retiro en las afores y esa, créanme, es otra historia que también debería tener en cuenta la juventud.
México ya no es un país joven, su población envejece y así como el Issstezac raya en la quiebra financiera, sospecho, no sé por qué, que en esas nos podríamos ver cuando esta generación (la mía) que trabajó en su momento para dar luz a este país reclame lo que ya nos hemos ganado.
Las condiciones laborales no son las mejores en general, ya no en todas partes se otorgan todas las prestaciones de ley porque están tan encarecidas, que “se comen” rápidamente los capitales de los patrones y quienes las pagan lo hacen tomando como base de cotización el salario mínimo para pagar menos o evadir impuestos estatales y federales y otras obligaciones patronales como IMSS, Infonavit, fondo de ahorro, etc… en detrimento del trabajador, aunque fuera de nómina “se complete” un pago decoroso.
La pregunta es: ¿qué podemos hacer?
Sin ser una experta en temas financieros o laborales veo casi imposible que la clase trabajadora como tal (usted, mi vecino, el maestro, el burócrata, yo…) nos podamos unir para demandar, exigir y vigilar que nos den lo que nos hemos ganado en años de trabajo.
Así que sólo nos queda esperar una legislación adecuada, pero sobre todo consciente, para que no vayamos en retroceso en materia laboral, pues muchos de los logros de las pasadas generaciones se han echado por tierra con tantas reformas constitucionales y a la Ley Federal del Trabajo, por la carga hacendaria, por la corrupción y el desconocimiento pleno de cómo es la vida del ciudadano común, como usted o como yo, que trabaja para comer, vestir, educar y si queda, para dar esparcimiento a la familia, y que confía en que en el ocaso de nuestra vida el gobierno reconocerá nuestro desempeño por mantener en movimiento los engranes de este gran país.
Tienes razón, los sistemas de pensiones no se planearon adecuadamente para asegurar el equilibrio y sostenibilidad financiera, revelando un escenario poco halagüeño en el futuro.
Lo anterior aunado a la alta tasa de informalidad que impera en nuestro país, así como las tendencias demográficas que apuntan hacia un envejecimiento de la población, anula la posibilidad de acceder a una pensión a una gran parte de la población, lo que constituye un grave problema.