La ONU define el medio ambiente como el conjunto de cosas vivas que nos rodean; de este obtenemos agua, comida, combustibles y materias primas. Al abusar o hacer mal uso de los recursos naturales que se obtienen del medio ambiente lo ponemos en peligro y lo agotamos.
El aire y el agua están contaminándose, los bosques están desapareciendo debido a los incendios y a la explotación excesiva y los animales se van extinguiendo por el exceso de la caza y de la pesca.
Algunos expertos mencionan que el medio ambiente incluye aquellas condiciones físicas, económicas, políticas y socio culturales que nos rodean y que varían a lo largo de los años. Estas condiciones afectan de una forma diferente a mujeres que en varones, por ejemplo, la contaminación del aire provoca mayores problemas respiratorios en mujeres que en varones, sin embargo, estos estudios no son concluyentes, por lo que se recomienda la incorporación como una variable para ver el impacto de la contaminación ambiental.
Históricamente, la relación entre género y medio ambiente comenzó con el ecofeminismo, generando un marco conceptual sobre las relaciones mujer – naturaleza. Éste plantea la existencia de un vínculo entre ambas y defiende la recuperación de un “principio femenino”, que implica armonía, sustentabilidad y diversidad. Desde esta posición se afirma que todas las mujeres tiene una relación especial con la naturaleza y se considera a la mujer como un concepto y realidad unitarios, centrado en el hecho de ser madre y cuidadora de vida.
El Inmujeres (2008) publicó en su página de internet que existe la idea de que las mujeres poseen una especial afinidad con la naturaleza, estando comprometidas con ella y sus objetivos en el uso de los recursos y en su protección, y que se caracterizan por el altruismo ya que las son las principales voluntarias para luchar contra el deterioro ambiental.
En 1991 surge el término “ambientalismo feminista”, el cual sugiere la relación de la gente con el medio ambiente estructurada por factores de género, clase, etc., relacionados con la producción, reproducción y distribución, de tal manera que las divisiones de trabajo, propiedad y poder que determinan la experiencia también determinan los conocimientos.
Para 1995 surge el concepto de “ecología política feminista”, donde se entiende que los intereses diferentes sobre el medio ambiente se generan y desarrollan, haciendo un análisis de las relaciones de poder implícitas en el uso, percepción y control de los recursos.
Las mujeres a lo largo de la historia han desempeñado un papel socio ambiental imprescindible, podemos mencionar a las mujeres de Greenham Cammon, que se opusieron a la base militar americana con misiles nucleares; las mujeres del movimiento Chipko al norte de India, que desde principios de los años 70 se opusieron mediante resistencia no violenta a la explotación comercial de los bosques del Himalaya; la camáña Laxmi Mukti promovida por mujeres y que se propone conseguir el acceso de las mujeres a la propiedad de la tierra y la promoción de un sistema de producción agrícola más ecológico, en oposición al modelo de la revolución verde predominante en la India; el movimiento del Cinturón verde en Kenia, en el que las mujeres de las zonas rurales se movilizaron para reforestar su país, la creación del campamento Feminista en el que las mujeres de las zonas rurales se movilizaron para reforesar su país, en Haití tras los desastres del terremoto del 2010, en el que se planteó la reconstrucción del país desde la ciudadanía y la igualdad de género. De esta manera se podría mencionar varios ejemplos.
La articulación género y medio ambiente tiene poca importancia en la formulación de los planes, políticas y programas de las instituciones públicas y se mantiene como un asunto lateral de las políticas de desarrollo, y es importante enfatizar el proceso que se ha presentado en nuestro país para la incorporación del enfoque de equidad de género en las políticas públicas del sector ambiental.
La educación ambiental, desde un enfoque de género, es un requisito indispensable para incorporar el desarrollo humano sustentable, dicho de otra manera, no puede haber un desarrollo humano sustentable si no se tiene en cuenta la igualdad de género.
Esta perspectiva puede aportar claves importante y una mirada distinta a la dominante en los procesos educativos. Como siempre lo mencionamos en este espacio, todo esto no se puede lograr sin la participación de todos los sectores. Recordemos que tenemos un solo planeta y cuidarlo es tarea de todos.