Últimamente la palabra inflación “salta” en diversos medios tradicionales y digitales, hasta en redes sociales los expertos todólogos han opinado del tema.
Yo, como mucha gente, no entiendo del todo ciertos términos financieros ni económicos, pero por mi labor me veo obligada a investigar para poder comprender y de esa manera explicar muchas cosas, términos y temas en general,.
Sin embargo, el ciudadano común no indaga ni se documenta porque en general no le interesa una explicación técnica de lo que sus bolsillos resienten incidiendo directamente en su calidad de vida y aunque lo hiciera, creo yo, en nada aliviarían las penurias económicas que padece por el encarecimiento de los precios de bienes y servicios básicos hoy en día.
En resumen: saber o no lo que es la inflación “pega” igual a los bolsillos de todos, la única diferencia que puede haber entre algunas personas y otras es en que unas tienen más dinero y aunque puedan maldecir, injuriar, despotricar con el tendero, prestador de servicio o cobrador porque cada vez desembolsan más por las compras de siempre, en medio de su enojo se podrían privar menos de las cosas a las que están acostumbradas que quien dispone de menos recursos económicos, que también reniegan cuando pagan las cuentas; es decir, en la opulencia de unos y la precariedad de otros las quejas por los altos precios son las mismas porque el encarecimiento afecta a todos.
La inflación, de acuerdo con la definición del Banco de México, es el aumento sostenido y generalizado de los precios de los bienes y servicios de una economía a lo largo del tiempo. El aumento de un sólo bien o servicio no se considera como inflación. Si todos los precios de la economía aumentan tan sólo una vez tampoco eso es inflación.
Otra definición dice que es un proceso económico provocado por el desequilibrio existente entre la producción y la demanda; causa una subida continuada de los precios de la mayor parte de los productos y servicios, y una pérdida del valor del dinero para poder adquirirlos o hacer uso de ellos. Eso es la inflación.
Al hablar de inflación se torna casi necesario hablar también del poder adquisitivo, tan disminuido en los últimos tiempos, pues este, según diversas definiciones, es la capacidad económica de una persona o una colectividad para adquirir bienes y servicios. En nuestros días casi todas las amas de casa sufrimos cuando vamos al supermercado o al tianguis y debemos elegir entre lo estrictamente necesario y un gusto no tan necesario, porque nuestro poder adquisitivo cada día es menor.
Durante la primera quincena de febrero, Zacatecas presentó una inflación del 8.2 por ciento, lo alarmante es que los alimentos aumentaron 12.66 por ciento anual en el mimo periodo, situación que insisto es muy alarmante, ya que cuatro de cada 10 mexicanos están en situación de pobreza laboral, de acuerdo con la asociación México, ¿cómo vamos?
La explicación no hace sentido para quienes no entendemos de temas financieros y económicos, incluso explicar que el huevo registró un incremento del 33.92 por ciento suena como algo lejano para Marisol, mi vecina, una afanosa madre de familia que se esmera para que en su cocina siempre haya de todo, pero se da cuenta de que algo va muy mal cuando al comprar un kilo del alimento le cobran 50 pesos; se escandaliza y aunque reniega, sabe que no tiene más remedio que pagar porque ella y su familia deben comer.
Yo misma me he visto en una encrucijada cuando tengo qué surtir mi despensa; me he vuelto una experta administradora del dinero, como casi todas las amas de casa en Zacatecas y todo México, que nos vemos obligadas a estirar los pocos pesos que disponemos para hacer el super.
Hace unos años, aunque cuidaba mis ingresos, no me limitaba igual. Hoy hasta comprar por ejemplo un paquete de papel higiénico merece mi atención, aclaro, no me he permitido bajar mi nivel de vida, pero sí hago circo, maroma y teatro para hacer rendir el dinero, así que comparo los precios en un lugar y otro del paquete con cuatro, seis, 18 o 32 rollos y hasta verifico cuánto cuesta por pieza en cada paquete –porque he descubierto que en ocasiones, sale mucho más barato comprar ocho paquetes de cuatro que uno de 32–, reviso mi despensa para comprar sólo lo que hace falta, aprovecho cada vuelta a un lugar y otro para revisar y comparar precios y dejé de comprar algunas cosas de las que puedo prescindir.
Hace algunos años llenaba el tanque de mi tsurito con 500 pesos. Hoy tengo un March y con 500 pesos apenas alcanzo para medio tanque y como todo se transporta con gasolina y esta cada día cuesta más, aumentan los costos de distribución de todo, de las telas, el calzado, los refrescos, los jitomates y el huevo…
Mi conclusión es que aunque los huevos del bienestar sean más caros, son los mismos que los neoliberales porque nutren igual, alimentan igual y sacian igual. La diferencia es que los del bienestar empobrecen más, sobre todo a los que menos tienen.