Hace unos meses, de la nada empecé a recibir una serie de mensajes por el menssenger del Facebook. Su foto de perfil mostraba a un hombre muy atractivo (según mis gustos): maduro, de cuerpo atlético, enormes ojos azules, barba y cabello castaño. Un hombre de ensueño para muchas mujeres.
Además, siempre aparecía con un uniforme de capitán de barco en altamar o tras un monitor de computadora en una oficina sobria, pero elegante y acogedora y sus conversaciones siempre fueron “interesantes”.
En este contexto muchas mujeres se habrían derretido, pues entre plática y plática soltaba estratégicamente más de un piropo, elogiaba mis bellos y grandes ojos marrón y aprovechaba también para presumirme sus viajes por el mundo.
Me contó que era viudo, con un hijo de 14 años al cuidado de sus tías, que tenía una enorme casa en Estados Unidos y me adjuntó sendas fotos de la finca y sus dos autos de no sé qué marca, eso sí muy lujosos.
Fueron encantadoras las charlas en las que me contó de su trabajo, sobre todo la parte en que, con lujo de detalle, mencionó que estaba por jubilarse con muy buenos dividendos, pues además había “servido” en el ejército de su país.
Dije que muchas mujeres se habrían derretido, pero no todas… yo entre esas “insensibles y desconfiadas” que no sólo los años les han sumado experiencia, sino también los descalabros de la vida personal y laboral, las decepciones amorosas, los desencantos amistosos y por el trabajo, que me llevaron a no sólo creer que podría convertirme en la Cenicienta zacatecana, sino a hacer una breve, pero efectiva investigación sin involucrar autoridades ni a terceras personas…
Fue sencillo. Bastó con entrar a su perfil y “echarme un clavado”… descubrí que era un perfil de reciente creación, con muy pocos amigos, menos seguidores, muy poquitas fotos y muy pocos lugares. Mala señal.
Luego googlee su nombre y ¡milagro! Apareció la misma foto y el mismo nombre, pero con una descripción diferente y con tan buena suerte para mí que se trataba de un hombre famoso porque hasta apareció en Wikipedia con su foto y biografía y entonces entré a su verdadero perfil de Facebook, con miles de seguidores, muchísimas fotografías de él ¡con su esposo! Se le describe como una persona social y muy exitoso con las mujeres por su apariencia (muuuuy guapo, insisto), pero que era integrante muy activo de la comunidad LGBTIQ+ que viajaba por todo el mundo.
Al momento de mi investigación ya tenía tres días intercambiando mensajes, pocos para mi gusto, pero para entonces ya me había pedido mi número personal de whatsapp, “para platicar mejor” (eso me pareció muy intimidante, como cuando el Lobo Feroz le dice a Caperucita «para oiiiirte mejor» jajaja); también me pidió mi domicilio, porque me iba a enviar sus cosas, porque ya estaba próxima su jubilación y antes de ir a ver su hijo vendría a verme y me pidió mi número de cuenta bancaria, porque me depositaría efectivo para que empezara a tramitar los documentos migratorios míos y de mi pequeño Alex…
Obvio, no se los di, pero dejé que hablara y hablara y hablara para ver hasta dónde llegaba.
Finalmente, después de dos semanas lo confronté, le pedí explicaciones sobre el otro perfil, le mostré capturas de pantalla y le dije que no caería en su juego y como por arte de magia, así como apareció, ¡desapareció! No contestó más y me bloqueó.
Después de esta verborrea el punto es… ¿sabemos con certeza con quién hablamos por medio de las redes sociales? ¿Le creemos a la primera a todos todo lo que dicen? ¿A quién hemos aceptado como amigos? Y qué hay de nuestros hijos, ¿sabemos con quiénes y de qué hablan? ¿Qué tan responsables somos con nuestras conversaciones? ¿Sin proponérnoslo, damos información sensible de nosotros mismos o nuestros allegados?
Estamos en la era de la tecnología en la que por medio de un monitor podemos admirar, literal, el otro extremo del mundo en tiempo real, ver gente y hablar de todo; esto puede convertirse en una experiencia alegre y positiva o en todo lo contrario. Podemos coincidir con grandes amigos o con gente maliciosa y perversa que puede hacer mucho daño, aunque esté al otro lado del continente.
Extrememos cuidados nunca serán suficientes.
Excelente artículo!, Este tema es el pan de cada día, una manera más de extorsión. Mucho cuidado con esto.
Si en físico, aveces no sabemos con quién hablamos. Hay que tener mucha cautela .
Pues yo más desconfiada aún, jamás contestaría un mensaje de alguien que no he visto nunca, no son tiempos de confiar… A lo mejor si fuera tinder me daría un poquitín más de confianza.