Luna Nueva: Las mesas directivas y programas sociales

Durante años las escuelas tanto públicas como privadas se apoyan en los padres de familia para sostenerse. No es secreto para nadie que los recursos que destinan los planteles no es suficiente para su óptimo funcionamiento, por ello es que se cobra la tan famosa cuota de padres de familia al inicio de cada ciclo escolar, lo que se confunde con un cobro de inscripción.

No sabría precisar cuál es el porcentaje de padres que realmente saben cuál es la función de la Asociación de Padres de Familia, del presidente, secretario, tesorero y vocales… la mayoría cree que las vocales de cada grupo se eligen sólo para organizar eventos escolares y convivios, para juntar las cooperaciones o distribuir los boletos de tal o cual rifa que se organiza para costear algo que la escuela necesita, lo sé por comentarios triviales que luego escucho o me dicen directamente.

Pero las obligaciones y responsabilidades que adquiere cada miembro de la mesa directiva al momento de aceptar el nombramiento va más allá que eso –hasta hay un reglamento que dudo que todos conozcan–, pues depende de la institución educativa que sea, la cantidad de alumnos que tenga, la zona donde esté, etc., pero en general se manejan miles de pesos por el cobro de cuotas, rifas, recursos de programas y hasta donaciones, entre otras cosas.

Es decir, no es un tema menor y del cual no todos dan cuentas claras, otros dejan el manejo del dinero a los directores o personal docente en general, se han visto todo tipo de escándalos respecto a manejos deshonestos que incluso han terminado en tribunales, aunque también, hay que reconocerlo, cuando se trabaja coordinación y armonía maestros y padres, se han hecho grandes obras en escuelas.

De acuerdo con el Diario Oficial de la Federación, la Secretaría de Educación Pública (SEP) este 2024 dispondrá de un presupuesto aprobado de 430 mil 17 millones 942 mil 697 pesos; de esta cantidad, 28 mil 358 millones de pesos se destinaron a la Dirección General de La Escuela es Nuestra, uno de los programas con los que el Gobierno Federal pretende hacer, entre otras cosas, obra directa en las escuelas de todo el país, manejada por padres de familia.

Este año el programa llegó a la capital del estado; 94 escuelas de educación básica (jardín de niños, primarias y secundarias) fueron beneficiadas con recursos que van desde los 200 mil hasta 600 mil pesos de acuerdo a la matrícula que tengan. La inversión total, según se anunció en la entrega de tarjetas bancarias hace algunas semanas, es de 37 millones de pesos.

Todo suena como una idea excelente, nunca cae mal el dinero, sea poco o mucho, sin embargo desde mi punto de vista habría que hacerle algunos ajustes al programa para que en realidad se le saque provecho al máximo porque aunque se crea un comité en cada escuela encargado de ejecutar ese recurso, la verdad es que, al menos en el caso que me ha tocado estar muy de cerca, ni la dirección de la escuela socializó el programa y sus alcances ni la propia Delegación del Bienestar…

Se eligió el comité, se presentó una propuesta desde la dirección y se votó, los padres que asistieron a la junta convocada ex profeso no tenían en mente ningún proyecto, desconocían en general las carencias de la escuela y sobre todo lo que se puede hacer con ese programa, todos votaron a favor de esa obra, cuando –ahora se sabe– hay otras cosas que servirían mucho más a la escuela.

La rebatinga por la obra se ha convertido en un verdadero circo, donde ha habido gritos, falta de respeto, connato de golpes, se han “revuelto” asuntos de la Asociación de Padres de Familia con asuntos que competen netamente al comité de La Escuela es Nuestra y viceversa y si no le paro de contar no acabo nunca.

Cuando el representante de Bienestar, encargado de esa escuela, presidió la elección del comité recomendó que se eligiera bien la obra, porque ya hubo un caso en que los recursos se aplicaron en un mural, que quedó muy bonito, pero que no ayuda en mucho a la escuela.

Ante todo el espectáculo –del que soy testigo desde primera fila– llego a la conclusión de que tal vez la intención es buena, esa que los padres sean los encargados de la obra a fin de evitar la corrupción entre maestros y directivos, pero olvidan un pequeño detalle: ni los padres tienen el conocimiento suficiente la mayoría de las veces para ejecutar bien una obra –que no venga de la ocurrencia– ni los directivos están dispuestos a “soltar” el poder de decisión a nadie más y eso pone en peligro tanto el desarrollo de una obra como la buena fama de un programa cuyo origen bien pudo ser noble, pero tal vez trazado desde un escritorio.