Desde primaria aprendí que Zacatecas es semidesértico, que grandes extensiones del territorio zacatecano son áridas porque no hay agua o hay muy poca; por ello las personas que viven en municipios como Mazapil, El Salvador o Concepción del Oro la cuidan en extremo y en lugar de la agricultura floreciente de otros municipios o estados se dedican a otras cosas, como la minería, por ejemplo, o migran a otras ciudades, incluso al extranjero para buscar el sustento.
Casi estoy segura de que toda mi generación, la que estudió en los mismos libros de primaria, lo saben; esa generación que ahora es la que gobierna desde cualquier Poder de Estado (Ejecutivo-Legislativo-Judicial), por eso es que me resulta casi risible que ahora, después de tantos años de que Zacatecas padece sequías atípicas, quieran por decreto garantizar el abasto de agua para los zacatecanos.
Las historias de “las secas” en Zacatecas no es tema nuevo o de moda. Mi abuelo materno, que ha sido testigo de la historia del estado desde hace 106 años, platica de «las secas del 35, 57 y 69» (1935, 1957 y 1969).
Platica que en el 57 le pegó tanto a la gente de su rancho (Tenango, Villanueva) que los que tenían qué comer torteaban por las noches a escondidas, que se les morían los animales y también la gente; no lo dice abiertamente, pero da a entender que pasaron hambres.
De acuerdo con reportes periodísticos México entero ha pasado por diversos procesos de sequía, por ausencia de lluvias desde siempre, y en la historia moderna se tiene registros de 1925, 1935, 1957, 1960, 1962, 1969 y 1977. La de 1996 es considerada la peor de la historia reciente que dejó pérdidas agropecuarias devastadoras y que incluso detuvo las exportaciones; pero no fue la última.
Más recientemente, en Zacatecas ya se hablaba de sequía atípica en 2005 con las consecuentes pérdidas agropecuarias; la de 2008 dejó al menos 7 mil cabezas de ganado muertas y unas 293 mil 700 hectáreas de cultivo afectadas… En 2019 se dejaron de sembrar 300 mil hectáreas de frijol y maíz.
Los últimos tres años se ha repetido el fenómeno de sequía en Zacatecas afectando no sólo al medio rural, donde se produce el alimento, pues ante la falta de lluvias no sólo no se llenan las presas, ríos y bordos, sino que los mantos freáticos, los manantiales subterráneos de donde se extrae el agua que llega a nuestra casas, no tienen de dónde reabastecerse y sí –en contraste– son sobreexplotados por la creciente población.
Hasta hace seis años, para paliar los estragos de las sequías se aplicaban recursos extraordinarios del Fondo de Desastres Naturales (Fonden), pero dicho fondo desapareció y, por si fuera poco, para el agonizante gobierno federal tuvo mayor prioridad la construcción de la refinería Dos Bocas, el Tren Maya o el aeropuerto Felipe Ángeles que invertir en infraestructura hidráulica y hacer y aplicar políticas públicas que nos prepararan como país para hacer frente a la crisis del agua.
Es increíble que como país no hayamos aprendido nada de las recurrentes sequías previas, ni los que tenemos el privilegio de usar el agua desde la comodidad que nos brinda abrir un llave ni la gente que lucha y pelea con uñas, dientes y todo lo que está a su alcance por tener un lugar en el gobierno de cualquier nivel y en cualquier Poder del Estado.
Resulta insultante que ahora nos quieran ver la cara cuando juegan a legislar… al menos en Zacatecas, que con sendas iniciativas pretenden “garantizar el derecho humano al agua”, ¿acaso nuestros diputados creen que modificando leyes, elaborando marcos normativos y emitiendo decretos tendremos agua? ¿Realmente lo creen? ¿De dónde agarrarán el agua para distribuirla?
Cierto, es importante tener leyes y reglamentos, pero es más importante trabajar en realidad para cuidar la poca agua que tenemos. Este decreto, estoy casi segura, será igual como aquellos de declaran Patrimonio Estatal Inmaterial o Material y cuanta palabrería se inventan para que suene bonito, y que queda en nombramiento, porque aunque en estos famosos decretos se dice que las dependencias tales están obligadas a dar recursos para tal fin, en la práctica no etiquetan recursos para nada, si no, pregunten a los que hicieron leyes de protección animal si hay dinero para poner en práctica todo lo que obliga la ley…
Los estragos de la sequía se pudieron prever, no por arte de magia, al tanteo o por el Calendario de Galván o las cabañuelas, sino porque actualmente hay instrumentos que hacen pronósticos para ver el comportamiento de las lluvias, el calor, el aire… ¿Por qué hasta ahora que es evidente el problema quieren “pegarse una estrellita” en la frente como paladines en “una guerra que se pudo evitar”?