Agoniza el ciclo escolar 2023-2024, con lo que llega el estrés por las evaluaciones, la organización de los últimos detalles de las graduaciones y los cierres administrativos de las escuelas. Mucho trabajo para todos.
Muchos, como Alex y yo, ya gozamos de unas si no merecidas sí necesarias vacaciones, pues mi muchacho ha dado muestra de que tiene un talento que me enorgullece en temas escolares, otros siguen en cursos de reafirmación de conocimientos, talleres para poner al corriente a los estudiantes que se quedaron atrás y finalmente a exámenes finales.
En México, de acuerdo con la Secretaría de Educación Pública (SEP), 34 millones 941 mil 380 alumnos y 2 millones 160 mil 440 maestros en 260 mil 262 planteles de educación básica –preescolar, primaria y secundaria– iniciaron el ciclo escolar 2023-2024 en las 32 entidades federativas, éste que está por concluir.
Será interesante saber cuántos de estos estudiantes terminaron el ciclo escolar y más aún cuántos, después de estas vacaciones, continuarán con su preparación académica, pues aunque en México la educación es un derecho constitucional consagrado en el artículo 3 de la Carta Magna, la realidad es que no todos los mexicanos en edad escolar gozan plenamente de ese derecho.
Muchos niños y jóvenes, por un sinfín de causas –no sólo económicas–, dejan las escuelas todos los días en todo el país. De acuerdo con una encuesta del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), los hombres desertan más que las mujeres con un porcentaje de 54.9% que contrasta con el 45.1% de mujeres que dejan sus estudios, generalmente al concluir la secundaria; las mismas mediciones de INEGI revelan que la escolaridad promedio de los mexicanos es de 9.7 grados, es decir, secundaria concluida o un poquito más.
Sin apegarme estrictamente a una investigación científica, sino platicando con amigos y conocidos, he descubierto que las causas de la deserción escolar son tan variadas como podríamos imaginar, insisto, no sólo son económicas como muchos creemos, pues hay muchachos de familias privilegiadas o de familias que se las arreglan bien para dar a sus hijos en edad de estudiar todo lo que necesitan para atender sus tareas y aun así deciden o se ven obligados a abandonar las aulas, así que no, no son sólo económicas las causas de la deserción, porque incluso, todo este sexenio se han repartido miles de millones de pesos en becas para apoyar los gastos de los niños y jóvenes que aún estudian y con todo y eso hay jóvenes que dejan la escuela.
Entre las causas de la deserción escolar que he observado se repiten algunas como reprobación, ausentismo, problemas familiares o de salud, incluso mental, o embarazos no deseados en adolescentes –es alarmante la cantidad de jovencitas que se embarazan antes de los 18 años, incluso a los 14, pero ese es otro tema–.
Este es un buen momento para que los padres nos sentemos un momento a analizar conscientemente por qué enviamos a nuestros hijos a la escuela, donde aprenden lo básico de la ciencia, literatura e historia; ¿por qué los enviamos? ¿Estamos realmente pendientes de su desempeño escolar? ¿Conocemos a sus maestros? ¿Sabemos el nombre de su mejor amigo? ¿Estamos pendientes si sufren acoso en el ambiente escolar? ¿Participamos en las actividades escolares como padres de familia? ¿Sabemos el nombre del maestro de nuestro hijo? ¿Cuál es su materia favorita?
El tema de la deserción escolar no es tarea sólo de maestros, directivos o dependencias gubernamentales, tampoco sólo de los alumnos; como padres también tenemos una gran responsabilidad para que la vida y desempeño escolar de nuestros jóvenes y niños sea la mejor y no sólo ver a los planteles como grandes guarderías o las únicas responsables de formar hombres y mujeres de bien.
En este momento de la historia es sumamente importante estar académicamente bien preparados, pero también es cierto que lo que se enseña en las aulas no es lo único o suficiente para ser exitoso en la vida. Hay que enseñar a nuestros hijos a pensar, a resolver situaciones de conflicto, a administrar tiempo y recursos y cosas tan obvias que hemos dejado de lado, como el respeto, la puntualidad, el aseo personal y buenos modales, entre otras muchas cosas que si bien se refuerzan en la escuela es en casa donde se aprenden.
Tengamos en cuenta que muchos de esos desertores escolares se convertirán en los hombres y mujeres que en unos años tendrán que hacer frente al país que estamos construyendo.