Fíjense que en estos días tuve la oportunidad de ver una serie gringa muy acá, con viejas muy desas que han de cobrar bien muchote na’ más por respirar cerca de los lugares donde graban, la trama no la voy a contar por aquello de que alguien la quiera ver, la serie se llama “Big little liar”.
Entre las mil cosas que pasan en la serie, una de las historias que me atrajo fue la del personaje interpretado por la Nicole Kidman, quien está envuelta en una relación violenta llena de golpes y de manipulaciones psicológicas y broncas muy gachas.
Una de las cosas que me llaman la atención en series de este tipo y en escenas de la vida real es la manipulación que los violentadores pueden hacer a sus víctimas. Todos saben que yo no sé nada de eso de las broncas mentales (en cuanto a diagnósticos, porque de padecimientos los tengo todos), pero quienes hemos vivido relaciones violentas encontramos los puntos en común que tienen, que son señales que nos sirven y le sirven a nuestros loqueros para identificarlas y proponernos tratamientos mamalones que nos saquen de hoyo.
Confieso que se me hace muy interesante que en series, libros, pelis, “céteracétera”, traten temas de violencia contra las mujeres, porque finalmente son formas de acercarse a la conciencia de las violentadas y en una de esas y hasta anden abriendo los ojos.
Una de las preguntas que siempre me han resultado interesantes de las personas violentas con las que he estado y a quienes he padecido es: “¿Y por qué no me dejaste si fui tan mal@?”. Y es bien interesante porque las dos personas que me la han hecho la formularon justo cuando tuve la templanza de hablar con ellos y decirles las formas en las que me había sentido ofendida, denigrada y violentada.
En ambos casos puse ejemplos, recordé los episodios en los que se desvirtuó mi voz diciéndome que yo no tenía razón, estaba exagerando y la más culera hasta el momento: “Esa es tu interpretación” cuando dije que estaba triste y que me sentía relegada.
En este caso no batallé tanto para comprender que cuando te dicen esa mierda te ofenden de mil formas: primero invalidan tus sentimientos, demeritan tus emociones y de pilón señalan en tu cara que tu entendimiento es tan limitado que no comprendes lo que ocurre.
En muchas ocasiones he hablado del maltrato, pero en buen pedo no es algo en lo que me encuentro sumida y de lo que me aferro a hablar, la verdad y les doy la primicia “NO ES ALGO QUE HAYA SUPERADO” y no es por terca y porque me guste tirarme al piso pa’ que me levanten, nel, se trata de un problema al que espero no superar, emocionalmente espero haberlo hecho, pero mi “superación” jamás será cerrar los ojos y la boca y olvidar lo que viví.
¡Ni madres! Para mí superar el tema es escuchar a quienes son víctimas de alguna manera, respaldar a quienes veo lastimadas, apoyar a las mujeres que aún no abren los ojos y estar atenta a quienes un día los van a abrir y espero que no sea en charco de sangre.
Los golpes duelen mucho, muchísimo, no es mamada, pero les juro que hay días que recuerdo cosas y siento cómo se estampó el pie de mi principal maltratador en mi cadera y me duele, en serio, me duele el recuerdo y en ocasiones hasta pienso que me duele aún el golpe que ocurrió hace casi 19 años.
Sí, los golpes duelen bien gacho y dejan moretones y heridas en el cuerpo, pero las palabras no se quedan atrás, lastiman bien cabrón la autoestima, laceran las seguridad y más cuando descaradamente te preguntan “¿Y por qué no me dejaste si fui tan mal@?”.
Solo quienes hemos vivido en esos infiernos entendemos por qué no nos alejamos, el resto jamás podrá, algunas porque quizá no han visto la violencia en la que viven, pero muchas muchas muchas (o al menos eso espero) porque no conocen las violencias y no pueden comprenderlo.
En fin, todo eso pasa por mi cabeza cuando veo cosas en la tele, no solo las veo y pienso que están chidas, me reviven las ganas de acompañar, de dar la mano y estar atenta a las mujeres que me rodean. Tengo ahorita una recomendación en la fila, pero algo me dice que me tengo que preparar para verla, así que por hoy pues solo les cuento esto. Ahí después seguimos hablando.
Por lo pronto dejen sigo viendo la serie de Bronco a ver qué me deja, además de unas infinitas ganas de cantar “Sergio el bailador”.