La semana pasada sucedió un acontecimiento que, como estudiante de la bioética, llamó mucho mi atención. Se trata de una controversia en la Ciudad de México con el uso de un medicamento de nombre ivermectina, que con la pandemia fue utilizado como opción de tratamiento para contrarrestar los efectos del virus SARS-CoV2.
La plataforma social y científica SocArXiv retiró un estudio titulado: “La ivermectina y las probabilidades de hospitalización por COVID-19: evidencia de un análisis cuasi-experimental basado en una intervención pública en la Ciudad de México”, decisión histórica para este sitio, pero que por lo que consideran delicado, optaron por bajar dicho documento, esto ha acarreado reacciones por parte de científicos a nivel mundial y de autoridades de la CDMX.
La ivermectina es un medicamento antiparasitario de uso común en humanos y animales. Aunque está aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EEUU para el tratamiento de algunos gusanos parasitarios, parásitos externos y enfermedades de la piel, hace falta estudio e incluso algunos han descartado que sea eficaz para tratar el Coronavirus y es posible que los efectos secundarios sean peligrosos.
El hecho, pues, de que la Ciudad de México realizara dicho informe con los resultados que obtuvo el gobierno capitalino tras entregar kits médicos a más de 50 mil personas que dieron positivo a COVID-19 es lo que ha causado la polémica. Se argumenta que los sujetos de estudio, las personas infectadas por el virus que causa la COVID-19, no fueron informados adecuadamente del riesgo/beneficio de usar este medicamento.
El consentimiento informado es el proceso en el que se proporciona a los pacientes información importante, como los riesgos y beneficios posibles de un procedimiento o tratamiento médico, una prueba genética o un ensayo clínico.
Esto se hace para ayudar a los pacientes a decidir si se quieren someter a tratamientos o pruebas, o participar en un ensayo clínico. Los pacientes también reciben cualquier información nueva que pudiera afectar su decisión de continuar. Al retirar dicho estudio, la falta de este elemento es uno de los argumentos principales.
Los detractores del estudio han mencionado la violación al código Nuremberg y a la declaración de Helsinki, instrumentos de principios éticos internacionales que rigen la experimentación con seres humanos.
La controversia está abierta y ya las autoridades sanitarias de la CDMX involucradas en el tema han presentado sus argumentos, hasta ahora no muy sólidos, sin embargo, falta tiempo para saber las verdaderas consecuencias tanto de los efectos de la COVID-19, como de las buenas o malas decisiones que se tomaron para enfrentarlo.
Hay datos que sugieren un posible papel de la ivermectina en el tratamiento de la COVID-19, pero no hay datos definitivos sobre la seguridad o la eficacia de esta indicación ni sobre las dosis necesarias. Se necesitan rigor científico y una mente abierta para una evaluación racional de los datos disponibles, emergentes y por venir.
La ivermectina es un medicamento que salva la vida de millones de personas afectadas por las Enfermedades Tropicales Desatendidas (ETD) en todo el mundo cada año; aunque su uso potencial como tratamiento para la COVID-19 es muy deseable, pueden producirse consecuencias negativas inesperadas con aprobaciones, recomendaciones o puesta en marcha equivocadas.