Nunca había puesto mucha atención al tema de las grasas trans, salvo lo que estudié en algún momento en temas de bioética y alimentos, así como lo que se publica en redes sociales.
Se dice que se deben evitar en el consumo, que dañan la salud y que muchas veces las consumimos sin siquiera darnos cuenta. El tema está de moda y decidí revisar mis apuntes, lo que causó más de 13 mil muertes en mexicanos el año pasado según la OMS no es cosa menor.
Las grasas trans son un tipo de grasa artificial que se produce cuando se hidrogenan los aceites vegetales para convertirlos en una forma sólida. Estos aceites se utilizan comúnmente en alimentos procesados, como pasteles, galletas, alimentos fritos y margarinas.
Las grasas trans son perjudiciales para la salud porque aumentan los niveles de colesterol LDL, también conocido como «colesterol malo», y disminuyen los niveles de colesterol HDL, o «colesterol bueno». Esto puede aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y derrames cerebrales, también pueden interferir en la función de las células y los tejidos del cuerpo, lo que puede contribuir a la inflamación y aumentar el riesgo de desarrollar enfermedades crónicas, como la diabetes tipo 2 y algunos tipos de cáncer.
Por estas razones, es importante limitar o evitar el consumo de grasas trans y elegir opciones alimentarias más saludables, como aceites vegetales no hidrogenados y alimentos frescos.
En nuestro país existen regulaciones sobre el uso de grasas trans en los alimentos. Desde 2007 se publicó una norma técnica que establece límites máximos de grasas trans en alimentos procesados y en 2010 se implementó una regulación que prohibió la adición de grasas trans en alimentos para la venta al público.
Esta regulación ha sido importante para reducir la cantidad de grasas trans en la dieta de la población y para mejorar la salud cardiovascular. La última regulación se dio el pasado jueves, cuando la Cámara de Diputados aprobó por unanimidad un dictamen en el sentido de casi prohibir este tipo de ingredientes; los argumentos a favor y en contra se dieron de inmediato y vale la pena señalar los más importantes.
La regulación gubernamental puede asegurar que los productos alimenticios que contienen grasas trans se identifiquen de manera clara en los envases, permitiendo a los consumidores tomar decisiones informadas sobre lo que compran y consumen. Al regular la presencia de grasas trans en los alimentos, se fomenta que las empresas adopten prácticas más saludables en la fabricación de sus productos.
Por otro lado, la implementación de regulaciones sobre las grasas trans puede resultar en costos adicionales para las empresas, ya sea para reetiquetar productos o para cambiar sus procesos de producción, algunos argumentan que los consumidores deberían tener la libertad de elegir lo que quieren comer, sin la interferencia gubernamental. La regulación sobre las grasas trans podría limitar esta libertad.
Nunca está de más la información, pero seguramente esta decisión afectará el costo de la producción y venta de productos que consumen millones de mexicanos, campañas más agresivas sobre alimentación y prevención de enfermedades no vendrían mal acompañadas de este tipo de decisiones.