Hay muchos, tal vez miles o millones de problemas que afectan a la humanidad entera que mantienen preocupados y ocupados a gobernantes y líderes de todo tipo (religiosos, sociales, políticos, ambientalistas, educadores, etc.); problemas de los que hablamos mucho los seres comunes y corrientes, unos con conocimiento de causa y con el poder de hacer algo directamente para aportar a su solución y otros sólo con el poder que dan las redes sociales de ser opinólogos universales.
Tristemente no todos estamos dispuestos a dar algo de nosotros para abonar al cambio, porque significaría tal vez perder un privilegio, comodidad o dinero para aliviar alguno de esos problemas a los que podríamos aportar para su solución –aunque sea con una acción, una donación, tiempo, un cambio de actitud, qué sé yo–; contrariamente hay muchas más personas que incluso sin saber a ciencia cierta el origen de las cosas, los motivos por los que ocurren o para qué se provocaron, pasan horas quejándose, criticando, murmurando o juzgando.
Los últimos días he leído en redes sociales infinidad de quejas por el agobiante calor, unas con humor fino otros muy burdo y otras simplemente quejas llanas y directas; tampoco faltan quienes pretenden hacer conciencia. El que más he visto es el que dice que en lugar de quejarnos plantemos un árbol. Palomita por eso, sin embargo, no basta con un árbol, que de por sí es bastante comprometedor hacerlo, pues necesita cuidados y vigilancia constante para que crezca. Hay más acciones con las que podemos ayudar.
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el cambio climático hace referencia a los cambios a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Estos cambios pueden ser naturales, pero desde el siglo XIX las actividades humanas han sido el principal motor del cambio climático, debido principalmente a la quema de combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, lo que produce gases que atrapan el calor.
Entre las causas del cambio climático figuran: la generación de energía de todo tipo, entre ellas la eléctrica y calorífica a través de los combustibles fósiles, la tala de los bosques, el uso del transporte, el excesivo uso de fertilizantes, el consumo desmesurado, uso de aerosoles y productos químicos en general, entre otros.
Este pequeño conteo de causas engloba muchas más específicas, que siendo sincera ni sé ni conozco, pero hablemos de algunas… por ejemplo, cuando hablo del consumo desmesurado entiendo que es de todo, de alimentos, de productos para el aseo personal, de aquellos para embellecernos a nosotros mismos y a nuestras posesiones.
¿Sabían que la alimentación representa, a nivel mundial, el 26% de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) generadas por las actividades humanas?
Estudiosos del tema identificaron que el 18% de los GEI proviene de los envases, el transporte y toda la cadena logística de distribución y el 82% viene del alimento en sí, es decir toda la cadena de producción. Por ello es que se llama a la población mundial a que organice sus compras, adquiera sólo lo que consumirá y que lo haga responsablemente. Con ello no sólo uno pone su granito de arena en el cuidado del medio ambiente, sino que hasta las finanzas personales se benefician al comprar sólo lo justo y se desperdicia menos.
En la época que nos tocó vivir, para muchos el automóvil es un artículo/bien indispensable y no es sorprendente que lo usemos incluso para evitar caminar distancias ridículamente cortas sin importar la contaminación que genera un automotor; usamos aerosoles para peinarnos, para pintar, como desodorantes, etc., la electricidad es tan común que le restamos importancia y en casa o el trabajo manemos encendidas todas las luces haga falta o no, tenemos prendidas computadoras, pantallas y cuanto dispositivo electrónico tengamos al mismo tiempo.
En ocasiones consumimos sin conciencia y no reciclamos ni la comida ni la ropa o calzado, cuadernos, libros o aparatos y todo tipo de objetos, al contario nos resulta más fácil mandar a la basura lo que no nos gusta, no queremos, no usamos y seguimos comprando… y así la lista puede ser casi infinita.
Como vemos, no sólo con plantar un árbol, que insisto requiere un verdadero compromiso –para muestra los miles de árboles que plantan en La Bufa, se toman la foto y luego nadie regresa a regar al menos el que plantó–, sino que hay muchas cosas que podemos hacer y quejarnos menos, tal vez lo que haga yo es insignificante por sí solo, pero la suma de más personas que quieran aportar para combatir el cambio climático, puede hacer la diferencia.
¿Qué estarías dispuesto a hacer en pro del planeta?