Luna Nueva: Mariana y su determinación de ser

Terminaba el verano de 1994 cuando fui cómplice de Dios para terminar una de sus grandes obras en mi vida: di a luz a Mariana, mi segunda hija.

Vio su primera luz un día después de lo que se había previsto, la madrugada del 20 de septiembre. Nació morada y fría, casi no la contaba, pues el cordón umbilical se le enredó en el cuello y bajo el brazo al momento que misteriosamente se dio vuelta en mi vientre para quedar sentada ahí, como negándose a salir al mundo.

Desde entonces ha tenido que luchar más que los demás, dar muchos extra, hacer las cosas mejor que los otros, demostrar que puede, porque puede, lo sé. No ha sido muy fácil para ella. Apenas tenía 8 años cuando su padre abandonó la casa familiar para desaparecer por muchos años en que no se supo si vivía o moría. En ese tiempo fue la única niña en la familia, jugó con puros niños, hasta en el barrio fue la única niña, salvo su amiga Diana que migró a Estados Unidos con sus padres.

Quiso estudiar Metalurgia, lloró mucho cuando vio que no estaba en la lista de los admitidos en esa unidad académica y su frustración creció cuando vio que algunos conocidos que no tenían ni el interés ni la dedicación ni la inteligencia y ni habían aplicado el examen, encabezaban la lista. Estudió Ingeniería Civil, donde la mayoría eran varones…

No diré nada más de ella, porque como buena “mamá cuervo”, estoy segura que exaltaré sus virtudes, su belleza, sus enormes ojos que no ocultan nada de su alma, su espíritu de servicio y su infinito amor…

Creció a bajo la vigilante mirada de sus abuelos, porque su madre, es decir yo, debí trabajar duro para que ni a ella ni a sus tres hermanos les faltara nada, pero igual que en su accidentado alumbramiento nada la detuvo para ser buena estudiante, destacada deportista, entregada voluntaria de bomberos, eficiente empleada y a pesar de todo es una desaprovechada ingeniera…

Sí, ella es una de tantos zacatecanos que han tenido que dejar su tierra para buscar ya no mejores, sino simples oportunidades de empleo, donde puedan aplicar su talento, desarrollar sus ideas, generar empleo y grandeza a México.

En Zacatecas no encontró acomodo en ninguna parte porque en todos los lugares a los que iba le pedían… ¡experiencia! Pero… ¿de dónde?, si nadie le daba oportunidad. Hasta ahora, no ha salido del país, como aquel ingeniero civil que admiraba yo de joven por el valor que tuvo de irse a Perú donde hizo carrera porque aquí no hubo forma; mi hija viajó a Jalisco, estado que la cobijó con un empleo en el que se desarrolla como ingeniera con los sacrificios que esto conlleva, pues dejó a su marido en su casa para dormir sola en un colchón, en una habitación que no es de ella.

No le va mal aunque está empezando, pero trabaja de sol a sol a la par que los maestros albañiles y sus peones… igual da indicaciones que agarra “la bailarina” para aplanar el terreno o la cuchara para echar mezcla donde se requiera. Apenas va saliendo el sol y ella ya está en su obra de la que no sale hasta que la luna le avisa que ya es hora de irse. Algún día verá los frutos de su trabajo.

La fuga de talentos es un grave problema no sólo en Zacatecas, sino en el país entero. La oferta educativa de las universidades sobrepasa las necesidades de la población y prácticamente “expulsan” generaciones enteras de desempleados con licenciatura e incluso con posgrados que en el mejor de los casos trabajan como meseros, choferes o burócratas –desafortunadamente conozco a varios–, porque no todos tienen ni la oportunidad o el valor de dejar el terruño.

Medios de comunicación, encuestas gubernamentales e informes de organizaciones independientes nacionales e internacionales dan cuenta de que este es uno de los  problemas con los que ha tenido que luchar México durante años, conocido como migración del talento humano, ya sea de una ciudad a otra, un país  a otro o de una empresa a otra, siempre en busca de mejores oportunidades.

De acuerdo con el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías (Conahcyt) alrededor de 1.2 millones de mexicanos con títulos universitarios y de posgrado salieron de su estado, incluso del país, en busca de mejores oportunidades entre 1990 y 2015 (cantidad altísima considerando que prácticamente el 80% de la población no tiene estudios universitarios según la OCDE hasta 2020).

Según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), México es el país latinoamericano más afectado por ese fenómeno y el séptimo a nivel mundial.

En este contexto, va mi reconocimiento a todos aquellos jóvenes que dejando atrás la comodidad del hogar y a sus familias y amigos, decidieron “jugársela” y salieron a buscar a otros lugares lo que su tierra no les dio. Algún día su sacrificio, trabajo y constancia dará frutos, al menos eso es lo que espero para mi Mar, que cambió las uñas decoradas por pinzas y martillo para doblar alambrón para colaborar –de a poquito– en la construcción de la grandiosidad de México.

¡Feliz cumpleaños Mariana!

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